LA ENFERMEDAD CONLLEVA DOLOR Y SUFRIMIENTO
(Juan 11:3-4) “Mandaron, pues, sus dos hermanas a decir a Jesús: Señor nuestro, he aquí, el que amas yace enfermo. Pero Jesús dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado a causa de ella.”
Meditando en estos versículos, pensaba en mis hermanos que están sufriendo enfermedad, y dije: “Señor: Los que amas están enfermos” Tú sabes, que ellos te aman, y que en su día tú los llamastes, dándoles la salvación, por medio de la fe, regenerándolos en nuevas criaturas, santificándolos por el Espíritu Santo; pero siguen enfermos; y salvo que tú intervengas, van a seguir estándolo.
¿COMO LE EXPLICO A UN HERMANO ENFERMO, QUE LA ENFERMEDAD QUE ESTÁ SUFRIENDO, PUEDE SER PARA ÉL UNA BENDICIÓN Y NO UNA MALDICIÓN?
Responde el Señor, a través de su Palabra: (Romanos 8:28) “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Todos sabemos, que la enfermedad, entró en el mundo, por causa del pecado que nuestros primeros padres cometieron. Dios, no ha creado la enfermedad; y es por ello, que Él envió a su Hijo Unigénito, para liberarnos del pecado y de sus consecuencias.
El sufrimiento y la enfermedad, hacen, que el discípulo de Cristo, sea más semejante a su Señor, que si por el contrario, gozara de buena salud. Porque, "ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores." (Isaías 53:4; Mateo 8:17). El discípulo de Cristo, que sufre en su enfermedad, tiene la oportunidad de participar aprendiendo en su carne, lo que sufrió su Salvador por él y por toda la humanidad. La enfermedad, lleva al discípulo de Cristo a una mayor y más continua comunión con su Señor y Salvador Jesús Cristo.
Nuestro Salvador, fue “despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento” (Isaías 53: 3).
La vida de Jesús, fue una constante de dolor y sufrimiento:
¿Por qué ha de ser distinta la nuestra, que somos sus discípulos?
(1ª Pedro 4:12-13) “Amados, no os sorprendáis por el fuego que arde entre vosotros para poneros a prueba, como si os aconteciera cosa extraña. Antes bien, gozaos a medida que participáis de las aflicciones de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con regocijo”
Meditando en estos versículos, pensaba en mis hermanos que están sufriendo enfermedad, y dije: “Señor: Los que amas están enfermos” Tú sabes, que ellos te aman, y que en su día tú los llamastes, dándoles la salvación, por medio de la fe, regenerándolos en nuevas criaturas, santificándolos por el Espíritu Santo; pero siguen enfermos; y salvo que tú intervengas, van a seguir estándolo.
¿COMO LE EXPLICO A UN HERMANO ENFERMO, QUE LA ENFERMEDAD QUE ESTÁ SUFRIENDO, PUEDE SER PARA ÉL UNA BENDICIÓN Y NO UNA MALDICIÓN?
Responde el Señor, a través de su Palabra: (Romanos 8:28) “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Todos sabemos, que la enfermedad, entró en el mundo, por causa del pecado que nuestros primeros padres cometieron. Dios, no ha creado la enfermedad; y es por ello, que Él envió a su Hijo Unigénito, para liberarnos del pecado y de sus consecuencias.
El sufrimiento y la enfermedad, hacen, que el discípulo de Cristo, sea más semejante a su Señor, que si por el contrario, gozara de buena salud. Porque, "ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores." (Isaías 53:4; Mateo 8:17). El discípulo de Cristo, que sufre en su enfermedad, tiene la oportunidad de participar aprendiendo en su carne, lo que sufrió su Salvador por él y por toda la humanidad. La enfermedad, lleva al discípulo de Cristo a una mayor y más continua comunión con su Señor y Salvador Jesús Cristo.
Nuestro Salvador, fue “despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento” (Isaías 53: 3).
La vida de Jesús, fue una constante de dolor y sufrimiento:
¿Por qué ha de ser distinta la nuestra, que somos sus discípulos?
(1ª Pedro 4:12-13) “Amados, no os sorprendáis por el fuego que arde entre vosotros para poneros a prueba, como si os aconteciera cosa extraña. Antes bien, gozaos a medida que participáis de las aflicciones de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con regocijo”
ORACIÓN:
Padre celestial y Padre nuestro.
¡Gracias Padre! Porque en este amor que tú nos has dado, “nuestro Señor Jesús Cristo”, podemos acercarnos a ti y ofrendarte todo nuestro amor, sabiendo, que todas las cosas nos ayudan a bien; porque conforme a tu Propósito hemos sido llamados.
¡Gracias Padre! Porque tú eres verdadero, declarándonos en tu Palabra, que en nuestro peregrinar, no debiéramos sorprendernos y tomar como cosa extraña, el que vengan a nuestras vidas diversas pruebas, como por ejemplo, la enfermedad acompañada de dolores y sufrimiento.
Y ¡Gracias Padre! Porque, con tu ayuda, comunión contigo y con nuestro Señor, sobrellevaremos las enfermedades, participando de las aflicciones de Cristo y en la esperanza, de que un día él vendrá a por nosotros, redimiendo nuestros cuerpos mortales, para que sean semejantes al de la gloria suya y acabándose para siempre, todo dolor, sufrimiento y enfermedad.
En el nombre de Jesús. ¡Amén!
----------ooOoo----------
Padre celestial y Padre nuestro.
¡Gracias Padre! Porque en este amor que tú nos has dado, “nuestro Señor Jesús Cristo”, podemos acercarnos a ti y ofrendarte todo nuestro amor, sabiendo, que todas las cosas nos ayudan a bien; porque conforme a tu Propósito hemos sido llamados.
¡Gracias Padre! Porque tú eres verdadero, declarándonos en tu Palabra, que en nuestro peregrinar, no debiéramos sorprendernos y tomar como cosa extraña, el que vengan a nuestras vidas diversas pruebas, como por ejemplo, la enfermedad acompañada de dolores y sufrimiento.
Y ¡Gracias Padre! Porque, con tu ayuda, comunión contigo y con nuestro Señor, sobrellevaremos las enfermedades, participando de las aflicciones de Cristo y en la esperanza, de que un día él vendrá a por nosotros, redimiendo nuestros cuerpos mortales, para que sean semejantes al de la gloria suya y acabándose para siempre, todo dolor, sufrimiento y enfermedad.
En el nombre de Jesús. ¡Amén!
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